Es bien sabido que, conforme pasan los años, desaparecen más y más lenguas “amenazadas”. Durante el último siglo, se han extinguido alrededor de 400 idiomas, aproximadamente uno cada tres meses, y la mayoría de los lingüistas estima que como mínimo la mitad de las 6500 lenguas que existen actualmente en el mundo habrá desaparecido a finales de este siglo. Lo que sucede es que las diez principales lenguas del planeta abarcan a prácticamente la mitad de la población mundial. Es inevitable, entonces, que nos preguntemos: ¿es posible preservar la diversidad de idiomas o vamos camino a convertirnos en una especie monolingüe?
Actualmente, son al menos 100 los idiomas del mundo que tienen poquísimos hablantes, como el ainu, de Japón, aunque los amenazados son, para la UNESCO, más de 500. Otros ya se han extinguido, como es el caso de la lengua eyak, de Alaska, que desapareció en 2008 después de que muriera su última hablante. En otros casos, los escasos conocedores del idioma viven lejos o no desean comunicarse entre sí, como, según se dice, sucede con la lengua precolombina mexicana ayapaneco. Lo preocupante es que si no se practica, la lengua comienza a diluirse en la mente de quien la conoce, ya que su imaginación provoca que vaya mutando.
¿Por qué van muriendo los idiomas? Los lingüistas afirman que las lenguas entran en crisis después de ser desplazadas por otra que la domina a nivel social, político y económico. En este escenario, la el idioma relegado se vuelve indeseable, ya que es el dominante el que permite acceder a los puestos de trabajo, recibir educación y tener más oportunidades. Esto explica por qué muchos padres inmigrantes deciden no enseñarles su lengua materna a sus hijos: la perciben como un posible obstáculo para el éxito. La larga historia de xenofobia idiomática que presentan muchos países, que incluía la prohibición de los idiomas nativos en países colonizados, no hace sino reafirmar estos temores.
Si bien algunos sostienen que la pérdida de una lengua, al igual que la pérdida de especies, es esperable en un planeta en constante evolución, muchos opinan que deben agotarse todas las instancias para evitar su desaparición, dado que son parte del patrimonio de la humanidad. Cuando se pierde un idioma, se pierden matices culturales que hacen a la riqueza humana y no pueden recuperarse. Los límites de traducibilidad impiden que cierta manera particular de interpretar la conducta humana y las emociones se plasme en otro idioma y sobreviva. Además, pueden dar una idea de la neurología, la psicología y las capacidades lingüísticas de nuestra especie.
La realidad es que sería muy difícil que nos convirtiéramos en una especie monolingüe, pero, sin dudas, la cantidad de idiomas se irá reduciendo con el tiempo. De cualquier manera, son muy importantes los esfuerzos actuales por documentar y archivar la diversidad de las lenguas en peligro de extinción. Algunas acciones son confeccionar diccionarios, registrar historias y tradiciones, y traducir las historias de transmisión oral. También existen varios sitios de Internet dedicados a lenguas individuales o a lenguas de cierta región, que unen a los hablantes y brindan herramientas de aprendizaje multimedia. Mientras se siga trabajando en la diversidad idiomática, no todo está perdido.