Sin duda alguna, cada Mundial de fútbol representa un acontecimiento que enciende pasiones y mueve multitudes en todas partes del mundo. Y si bien es un deporte conocido en casi todos los países, con reglas comunes y entendibles para todos, presenta un sinfín de consideraciones lingüísticas y culturales que no debemos pasar por alto, y menos ante el inminente comienzo del Mundial 2014 en Brasil.
Así, la traducción de un texto relacionado con el fútbol no escapa de ciertas “trampas” y “obstáculos” que se deben considerar a la hora de embarcarnos en un proyecto y lograr la calidad deseada.
Si bien en el fútbol el inglés ha sido la lengua dominante (de hecho, podemos seguir escuchando las palabras orsay o refre), la mayor parte del vocabulario que hoy seguimos utilizando proviene del griego y del latín como, por ejemplo, portarius (portero), arbitrus (árbitro) o caespes (césped). Por supuesto, la terminología de este deporte viene acuñada y ajustada desde cada país de origen, de hecho, con su expansión a América del Sur, el fútbol ha recibido constantes aportes de países como Brasil, Argentina, Uruguay y Chile, donde este deporte cuenta con miles de aficionados. Así podemos encontrarnos con locuciones como “gambeteador” para referirse a un jugador hábil, diestro, “maracanazo” para hacer referencia a resultados sorpresivos, o “pasto” para hablar del terreno de juego.
También no nos resulta extraño encontrarnos con extranjerismos y calcos en el mundo futbolero. Podemos mencionar como ejemplos “guardameta” que proviene del inglés goal-keeper o “farolillo rojo” que procede del francés lanterne rouge cuando se habla del equipo posicionado en el último puesto de la tabla de clasificaciones. En cuanto a extranjerismos podemos citar corner (palabra inglesa que se usa como sinónimo de “saque de esquina”), escuadra (vocablo italiano con el que se hace referencia al equipo de fútbol) o linesman (del inglés que se usa comúnmente como sinónimo de “juez de línea).
Por otro lado, el lenguaje del fútbol está cargado de metáforas, dichos populares, modismos, etc. Así, podemos mencionar ejemplos, tales como, “abrir la cuenta en el marcador” cuando se convierte el primer gol en un partido, “peinar la pelota” cuando se toca la pelota ligeramente con la cabeza, o “tener hambre de gol” para referirse al equipo que quiere marcar muchos goles.
Otro fenómeno propio de este lenguaje es la existencia de sinónimos, es decir, diferentes términos para definir el mismo concepto. Por ejemplo “árbitro” para el que también se utiliza “juez”, “referi”, o “portero” que también tiene denominaciones como “arquero” o “guardameta”.
Así, vemos que el fútbol y su terminología no escapan de diversas consideraciones lingüísticas y culturales. Como traductores, hacer caso omiso a todas estas particularidades podría dejarnos al margen de un mercado popular en constante crecimiento y que trasciende las barreras propias deportivas para alcanzar diferentes ámbitos de la vida social. Por ello, para los que amamos el arte de la traducción evitemos “la tarjeta roja” por parte de nuestro cliente y salgamos a la cancha con “olfato de goleador”, así el éxito estará asegurado.