En el Imperio Romano la lengua hablada, el latín vulgar, difería de la lengua escrita, el latín culto. Las lenguas romances derivan del latín vulgar o hablado. El idioma que hoy conocemos como italiano es el que ha permanecido más cercano al latín mientras que las otras lenguas romances han recibido influencias externas: el francés, de las lenguas célticas y germánicas, el rumano de las eslavas y el español de la árabe.
A medida que los ejércitos de Roma ampliaban las fronteras del Imperio, el latín se convertía en la lengua de la administración. Con la caída del Imperio y la desaparición de la administración romana, el latín de cada región comenzó a evolucionar según criterios propios. Sumado a eso, la gran distancia que separaba unas regiones de otras y las influencias de otras lenguas locales ocasionó el nacimiento de las lenguas romances.
Las lenguas romances con mayor cantidad de hablantes son el español, el portugués, el francés, el italiano, el rumano, el provenzal, el catalán y el sardo.
Actualmente todas las lenguas romances se escriben mediante el alfabeto romano, aunque hasta mediados del siglo XIX la lengua rumana se escribía en caracteres cirílicos (usados en Moldavia hasta 1989); y en la Edad Media se usó el alfabeto árabe para algunos dialectos españoles.