Las grandes organizaciones políticas y económicas que nuclean a muchas naciones representan siempre un gran desafío para los profesionales de la traducción. En el caso de la Unión Europea, las necesidades de traducción son tan grandes que para satisfacerlas existe una Dirección General (la instancia principal de división dentro de la Comisión Europea, compuesta por departamentos como el de Asuntos Económicos y Financieros, el de Energía, el de Justicia o el de Empleo, Asuntos Sociales e Inclusión). Además, funciona también una Dirección General de Interpretación, dedicada específicamente a la multitud de conferencias que la Unión celebra cada año.
Según sus propios datos, la Dirección General de Traducción de la Comisión Europea produjo en 2011 más de 2 millones de páginas. Esta abrumadora cantidad tiende a incrementarse cada año, puesto que las áreas de actividad de la Comisión se amplian constantemente. Además, el ingreso de nuevos miembros con lenguas oficiales distintas de las ya representadas también es un factor importante en dicho aumento. En algún momento de los próximos años se formalizará la entrada en la Unión de Turquía, por ejemplo, lo cual necesariamente generará una importante demanda de traducciones al turco (en un proceso análogo al que tuviera lugar durante la última ampliación de la Unión, en 2007, en la que ingresaron Bulgaria y Rumanía).
Según informa la propia Dirección General, el proceso de adopción de otras lenguas por el ingreso de nuevos miembros se prepara desde antes de formalizarse la ampliación: el país en cuestión debe establecer por anticipado una Unidad de Traducción y Coordinación que se ocupe, en primer lugar, de traducir la legislación europea (que por sí sola ocupa unas 100 mil páginas) a la lengua oficial nacional. Además, para colaborar con la integración de los nuevos miembros, la Dirección General de Traducción ofrece a estas unidades nacionales ayudas como asistencia y capacitación técnica, o investigación sobre el mercado de traducción local. La dirección incluso proporciona a las universidades del nuevo miembro asesoramiento respecto de la formación de traductores que se ajusten a las necesidades de la Comisión.
El trabajo de la Dirección General de Traducción es tan inmenso que requiere una inversión anual de alrededor de 300 millones de euros, es decir, de unos 400 millones de dólares. Se trata, induduablemente, de una partida presupuestaria muy elevada, pero a todas luces necesaria, dadas las funciones de la institución, vitales para el funcionamiento político de Europa.