El otro día cuando, como de costumbre, visite la versión electrónica de El País, me llamó la atención uno de los titulares: “Hablemos inglés, o algo parecido”.
A lo que se referían era al “globish”; por lo visto se trata de una especie de “dialecto” del inglés utilizado en el ámbito internacional de los negocios para establecer una especie de conversación más o menos entendible entre personas de distintas nacionalidades que tal vez no conocen el inglés a la perfección y no pasarían ningún examen de Cambridge pero que lo chapurrean lo suficiente para incluso cerrar un trato.
Este concepto parte de un ex directivo de la empresa IBM, Jean-Paul Nerrière, al observar esto mismo cuando acudía a reuniones, conferencias o simposios de corte internacional y decidió acuñar el término “globish”, una fusión de “global” y “english”; según el ex director se trata de un inglés que se pone límites a sí mismo al no utilizar más de 1.500 palabras.
De hecho, al buscar más información sobre el tema me ha sorprendido comprobar que se ofertan cursos para aprenderlo.
El debate surge al contraponer los puntos positivos y negativos. Más allá de si es lo apropiado o no, es evidente que conocer, aunque sea por encima, el inglés es útil y en un mundo en el que tendemos cada vez más a aplicar la ley del mínimo esfuerzo es bastante probable que este tipo de “inglés” vaya teniendo cada vez más adeptos.
Lo que preocupa, obviamente, es el posible empobrecimiento del lenguaje y pensar que dominas un idioma sólo porque puedes establecer una “comunicación” a través de este uso limitado.
Jean-Paul Nerrière defiende que la idea no es comparar al globish con el inglés real si no verlo más como una herramienta que puede ser útil en determinadas circunstancias y que de algún modo puede hacer que las personas reticentes a aprender inglés porque piensen que es muy complicado o les va a llevar mucho tiempo, se animen y vayan introduciéndose en la lengua.
Igualmente, hay que decir, que el globish es limitarse al uso de las palabras más comunes y elaborar oraciones que no sean muy complejas, por lo que realmente se puede hablar de un “inglés pobre” pero en todo momento correcto gramaticalmente.
Lo que es una realidad es que parece obvia la necesidad inmediata de aprender un inglés, aunque sea en su forma más básica, pues siempre están surgiendo nuevas ideas para simplificar el aprendizaje de este idioma: el inglés simple, el inglés básico (850 palabras), etc.
En fin, habrá que dejar que pase el tiempo para ver cuál será finalmente la tendencia en las reuniones de cualquier tipo en las que participen personas de cualquier parte del mundo y cuya lengua vehicular sea el “inglés”.