Este es un debate instalado, sobre todo entre algunos grupos feministas, que luchan por los derechos de las mujeres en diversos ámbitos (y que mucha falta hacen). Sin embargo, a veces la iniciativa va más allá y nos encontramos con que se han ideado varias modificaciones del español para que este deje de ser un idioma “sexista”, desde la premisa de lo que no se nombra no existe.
Algunas de las propuestas son:
-Reemplazar la “a” o la “o” de aquellos sustantivos o adjetivos variables en género por una “x” o el símbolo “@”. Tal vez en ámbitos como las redes sociales, su uso, aunque molesto, no genere mayores problemas. Pero, ¿podemos publicar un libro utilizando estas innovaciones? Cómo traductores, ¿podemos entregarle al cliente un documento con una ortografía tan “revolucionaria”? Otra de las opciones planteadas es utilizar la «e» para convertir todos los variables en invariables. Así podríamos acunar frases como «todes les niñes de esta escuela son buenes e inteligentes»…
-Utilizar “nombres colectivos”. Así es que deberíamos evitar, entre otras, a las palabras que denominan a las profesiones. Esto significa que si estamos hablando de un grupo de profesores, para poder incluir a las profesoras debemos usar el sustantivo “el profesorado”, palabra que no solamente es pesada y poco práctica, sino que además, vaya inconveniencia, ¡tiene género masculino!
-Reemplazar construcciones como “el afectado” por “la persona afectada”, por ejemplo. Si hay algo que caracteriza al español es la gran cantidad de palabras que utiliza. Esto no quiere decir que en algunos casos no utilicemos perífrasis de este tipo, pero hacerlo como regla general implicaría que los textos sean aún más extensos.
-Utilizar barras para incluir las posibles opciones, como en el caso de “el afiliado/a…” Si bien esta estructura es utilizada, sobre todo en cartas y documentos legales, su uso en la prosa narrativa o en textos informales dificultaría mucho la lectura. Además, visualmente, las barras, al igual que los paréntesis, generan ciertos cortes en la fluidez que no son nada bienvenidos.
-Inclinarse por los desdoblamientos y decir “alumnos y alumnas” o “niños y niñas”. De nuevo, estamos agregando tantas palabras que la frase, de tan redundante, produce hasta cierta comicidad.
Entonces, ¿el español es un idioma sexista? O, mejor dicho, ¿todos los idiomas que tienen más de un género, entre ellos los de origen latino, discriminan a la mujer? ¿O será que en realidad, aunque hasta cierto punto -como lo dijo Orwell- el idioma condiciona el pensamiento, estamos yendo demasiado lejos? Si los cambios a implementar son tan radicales, sería más práctico inventar una lengua artificial… Si analizamos en profundidad la estructura de todos los idiomas del mundo desde sus orígenes, descubriremos que la semántica de muchas palabras tiene su origen en conceptos que hoy consideraríamos bestiales, y sin embargo no las descartamos. Simplemente, como las sociedades, los idiomas han evolucionado; no tal vez en cuanto a su forma, pero sí en cuanto a lo que representan. Sabemos que el género masculino (que nada tiene que ver con el sexo masculino) se utiliza para dar ideas generales. Si debe realizarse un cambio, de seguro este surgirá naturalmente y no como resultado de la imposición.