El término Spanglish se acuñó entre 1965 y 1970 y hace referencia a cualquier expresión en español que toma préstamos del inglés, especialmente como sustitutos de palabras existentes en español.
Las disciplinas que usan y abusan del Spanglish con mayor beneplácito son, entre otras, todas las relacionadas con la tecnología, ya que las innovaciones se presentan al mercado en inglés y se hacen conocidas por los especialistas en ese idioma y luego, cuando los profesionales de otros idiomas requieren la traducción de un texto, no desean leer una traducción que les resulta tan extraña para un concepto en inglés que les resulta tan familiar, es decir, prefieren lo familiar a lo lingüísticamente correcto.
Y es así como se acuñan palabras como resetear, zipear, formatear, tipear y bacapear, entre tantas otras.
Como traductores, frecuentemente nos horrorizamos al leer textos en castellano que «suenan a inglés» justamente porque son un calco de su original en inglés. Y decimos: “yo nunca traduciría así”.
El problema es que, a veces, algunos clientes nos colocan frente a una disyuntiva: 1. complacerlos utilizando la terminología «que suena a inglés» que ellos prefieren y, claro, pagan por ello; ó 2. redactar siguiendo nuestros propios criterios lingüísticos y crear un texto menos literal, pero cuya lectura suene más natural.
Por complacer al cliente es que se ha instalado en el mercado de la traducción el Spanglish, ese engendro lingüístico que se encuentra a mitad de camino entre el inglés y el castellano, que resulta muy útil para el cliente, pero cuya lectura resulta bastante tortuosa para los hispanohablantes que pretenden mantener la belleza de una lengua romance tan rica como lo es el idioma castellano.