Quienes disfrutamos de los dibujos animados a veces notamos que los doblajes de este tipo de películas se desapegan bastante del original, a fin de lograr la magia tan necesaria para atraer al público infantil (y, por qué no, también al adulto). Sin embargo, suele pasar inadvertido que la manera en que se realizan los doblajes en la actualidad le debe mucho al actor y director de doblaje Edmundo Santos, quien sentó las bases de las prácticas de la industria actual.
Mexicano y bailarín de profesión, Santos llegó a los escenarios de Broadway gracias a su talento para la comedia. A principios de la década de los 40, Edmundo tenía un programa de radio en la Ciudad de Tijuana, en México. A raíz de sus críticas de las letras de las versiones en español de las películas de Disney, en las que manifestaba que carecían de musicalidad, que las letras estaban forzadas y que no tenían ritmo, lo llamaron de los estudios Disney en Burbank. El mismo Walt Disney lo recibió y le encomendó la adaptación de la canción Estrella Azul, para la película Pinocho. Sin embargo, en esa época aún era el estudio Argentina Sono Film, en Buenos Aires, el encargado de realizar los doblajes para el mercado hispanohablante de películas como Bambi y Dumbo.
Paralelamente, en 1943, Walt Disney contrató a Edmundo Santos como asociado en Saludos Amigos y al año siguiente en Los tres caballeros. A partir de entonces, Disney encargó a Edmundo Santos el doblaje de sus películas en sus estudios en Los Angeles, California. Esta época estuvo marcada por la variedad de acentos de los actores. En el doblaje se imitaban también los distintos acentos del original. Más tarde, Edmundo decidió utilizar un acento estándar para todos sus doblajes que fuera “neutro”, es decir, que resultara inteligible para cualquier hispanohablante, libre de localismos.
Durante los años que siguieron, Santos se asoció con diferentes doblajistas y fundó varios estudios de grabación en los que dobló películas como La dama y el vagabundo (1955), La bella durmiente (1959) y 101 dálmatas (1961).
Más tarde, a partir de 1964, se volvieron a doblar algunas películas que ya habían sido dobladas en Argentina, que no se adherían a este concepto de neutralidad que se buscaba. Estas películas fueron Blancanieves y los siete enanos, Fantasía, Dumbo (aunque esta conserva una canción del primer doblaje), Bambi y Canción del Sur. Pinocho también estaba prevista para redoblar y ya se tenía preparado el reparto, pero por varios motivos finalmente no se realizó y aún hoy se conserva la versión argentina.
El Libro de la Selva (1967) fue la última película supervisada por Walt Disney antes de su muerte, pero aún así Edmundo Santos continuó con las versiones en español de las películas. El último doblaje dirigido por él fue el de Bernardo y Bianca, aunque no pudo ver en su estreno, ya que falleció de una afección cardíaca en 1977. A partir de entonces, su labor fue continuada por Francisco Colmenero, su cuñado, también actor de doblaje. Él y su hermano Jorge Colmenero siguieron dirigiendo los doblajes para Disney hasta Mulan, en 1998. Desde La Bella y la Bestia (1991) se inició el doblaje de los clásicos Disney en España, y en 1996 se empezaron a estrenar también dobladas en catalán.
Edmundo Santos fue un director expeditivo y perfeccionista, que buscó la naturalidad en la interpretación, se destacó por su cuidada adaptación de las letras y canciones y por la atinada elección del reparto. Sus versiones son obras de arte repletas de voces estelares, que marcaron la época dorada del doblaje mexicano.
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