A veces, se tiende a pensar que el buen traductor es el capaz de reflejar en su traducción el texto original de manera fiel; sin embargo, existen muchos otros aspectos que han de tenerse en cuenta, entre ellos, y de los más importante, el cliente. Resulta curioso la cantidad de opiniones encontradas que existen al respecto pues, en ocasiones, el cliente pide cosas que para el traductor resultan erróneas. Y es ahí donde surge el problema. En ocasiones, el cliente pide que se traduzcan determinados términos de una determinada manera y el traductor no está de acuerdo y le parece que su trabajo no es profesional. Es cierto que, a veces, hay que encontrar la manera de transmitir al cliente que una opción es mejor que otra, o hacerle consciente de los aspectos que se pueden mejorar, ahora bien, lo que sí está fuera de toda duda es que el cliente paga, y por muy difícil que resulte traducir o expresar algo que nos parece equivocado, y hablo por experiencia propia, no nos queda más remedio que hacerlo, porque, además, hay ocasiones en las que el cliente pide cosas que, aunque nos parezcan que carecen de sentido, lo tienen. Un ejemplo lo encontré al leer un artículo de este blog: https://www.ricardsierra.com/adlibs/index.php/la-importancia-de-seguir-las-instrucciones/ en el que el autor expone muy claramente por qué hay que seguir las instrucciones del cliente si no cabe duda alguna de que así lo quiere; en dicho artículo expone como un traductor, en aras de hacer un trabajo “más profesional” infringe las directrices que había definido el cliente ocasionando con ello un problema posterior.
La labor del traductor es poder transmitir a cualquier persona del mundo algo que se escribió en otro idioma, y eso es algo muy bonito pero, para bien o para mal, es un trabajo como cualquier otro, trabajo por el que nos pagan y al que nos encontramos sometidos de alguna manera; siempre hay que ser consciente de ello.