Hasta ahora, hemos explorado la transliteración y la transcripción, los dos primeros métodos de conversión de nombres geográficos según lo establece el «Manual para la normalización nacional de los nombres geográficos» del Grupo de Expertos de las Naciones Unidas en Nombres Geográficos. Antes de esto, habíamos incursionado en la exonimización, el cuarto proceso descrito por el Manual. Tras aprender sobre cuán ambiguo puede ser este proceso, se hace evidente la necesidad de explorar métodos de conversión de nombres geográficos más directos, claros y profesionales. En esta penúltima entrada del blog sobre este tema vamos a pasar a la traducción, el tercer método descrito en el manual.
Pero, aun antes de empezar, vamos a considerar la definición de traducción que ofrece el Manual: «la expresión del significado de una palabra en una lengua determinada, la lengua de origen, en otra lengua, la lengua de término.» Ahora bien, teniendo esto en cuenta, la traducción, a diferencia de la transliteración y la transcripción, intenta resolver «el problema de cómo nombrar a un lugar» en lugar de hacer una «transformación letra por letra» entre las diferentes secuencias de comandos o una transformación fonética de un nombre de un idioma a otro. En otras palabras, la traducción de un topónimo no busca preservar la forma hablada o escrita original de un endónimo.
La traducción es utilizada generalmente por los editores que trabajan en los atlas cartográficos en un idioma de destino particular, así como en los textos geográficos generales como un medio para transmitir mejor al lector la naturaleza del nombre en cuestión. El Manual sugiere la traducción como un método de conversión de nombres cuando el topónimo incluye un término genérico «traducible», es decir, el topónimo de origen (en su totalidad o en parte), tiene un sentido semántico o léxico. De acuerdo con el Manual, esto ocurre cuando el topónimo de origen (de nuevo, en su totalidad o en parte) se puede encontrar en un diccionario. Esta guía, sin embargo, no se aplica a muchos topónimos de una palabra, como Londres, Pretoria, Sídney y Nantes.
Sin embargo, los lingüistas pueden examinar la raíz histórica o lingüística de los topónimos de una palabra en un proceso diacrónico (o histórico). Así, por ejemplo, en el caso de Kassel, una ciudad alemana, un proceso diacrónico llevaría al término latino Castellum. El manual sugiere que para la traducción de un topónimo, el idioma de destino tiene que estar claramente especificado. Continuando con este ejemplo, supongamos que Kassel necesitara ser traducido con el propósito de comprender su significado en el idioma de destino, por ejemplo en español, en la que su equivalente sería Castillo.
La traducción como un medio de conversión de nombres geográficos para topónimos de una palabra es solo el comienzo. Mi siguiente entrada en el blog se centrará en los topónimos compuestos, o nombres geográficos con más de una palabra, y ayudará a romper las pautas a tener en cuenta cuando se utiliza la traducción como un medio de conversión de nombres geográficos.