Como ya comenté anteriormente, uno de los aspectos que más valoro del inglés es la creatividad de sus hablantes debido a la carencia de un órgano de contralor. Otra cuestión que jamás dejó de sorprenderme es el hecho de que otros países no permitan nombrar a un niño como uno lo desee, sino que se debe contar con la aprobación de un ente de autorización para que sea oficial. Tal vez, así se podría haber evitado una situación complicada en China:
Brevemente, para dar cierto sentido de individualidad en un país y una cultura donde los nombres comunes se superponen de a cientos de miles, los padres han dado a sus hijos nombres atípicos que requieren caracteres atípicos. El único inconveniente es que ahora el gobierno busca implementar un sistema computarizado para leer los documentos de identidad, con capacidad de leer sólo 32.252 caracteres… ¡que es simplemente el 60% del total! A esto se suma la simplificación del sistema en cuanto a caracteres chinos.
Me parece una pena y se pierde un medio de expresión, además de resurgir el problema que los padres han intentado evitar: demasiados nombres que se repiten. Pero a medida que China continúa haciendo grandes progresos hacia la economía mundial y se torna más relevante para los países occidentales, en realidad esta situación podría favorecer a todos, ya que eliminar los caracteres innecesarios y confusos hará que la distancia (aún imponente) disminuya mucho más…