Esta alegre frase latina se traduce literalmente como “El César no tiene poder sobre los gramáticos”. Y si bien la intención original puede ser describir todos los límites naturales impuestos a un gobernante, de todo corazón la sacaré de contexto con el fin de explicar por qué me gusta.
Me gusta porque legitima una especie de jactancia sobre mi profesión. Nos sitúa por encima del gobernante más poderoso de la historia. Sin embargo, por desgracia, esta frase no es cierta en absoluto. No son los gramáticos ni los lingüistas quieres ejercen poder alguno, sino la gramática, el lenguaje y la comunicación en sí.
Sin embargo, hay un tipo de gramático que intenta usar su conocimiento de la lengua simplemente para presumir. Aparecen en los foros de internet, periódicos y sitios web de alojamiento de vídeo, menospreciando y haciendo comentarios despectivos sobre el uso del lenguaje de otros usuarios. Han reunido un gran número de reglas gramaticales esotéricas, como piedras en un saco, y se las arrojan a todo el que pasa, como una banda de vándalos.
Es posible que hayan hecho una corrección, pero a menos que su corrección se haya hecho para aclarar el significado del original, el gramático no habrá brindado nada a la conversación. Por otra parte, si no existe comunicación, la gramática y el gramático, se convierten en algo completamente inútil. Les diría a esos gramáticos que se consigan una vida o un trabajo, pero me temo que comenzarían a aparecer en las agencias de traducción, metiendo sus manos sucias en todos nuestros documentos.
De hecho, los mejores lingüistas profesionales, no presumen sino que trabajan en el anonimato, con el fin de darle sentido a una página de texto, con el fin de lograr la comunicación.
Tomemos, por ejemplo, un idioma altamente regulado, un idioma con un vasto conjunto de normas y recomendaciones estilísticas: el español. La Real Academia Española es una institución que desarrolla pautas que se usan para hacer que el español sea entendido por todos los hispano hablantes en más de veinte países de todo el mundo.
Según la Academia, su objetivo es preservar una forma culta de hablar, y define esto como un idioma que puede ser entendido a través de las barreras nacionales, regionales y sociales que puedan existir. De hecho, después de aplicar estas normas y usar la gramática para corregir documentos, a menudo encuentro que las oraciones se hacen más cortas, más simples, más eficaces, más elegantes y lo más importante, se convierten en universales. No hay nada llamativo, nada extremadamente inteligente acerca de todo el proceso.
La idea de la cultura y el cultivo significa que se trata de algo que tiene una vida propia, cuya preservación y crecimiento dependen de cada uno. Algo mucho más grande que cualquier persona. El inglés de la reina puede ser más inglés que la reina misma, pero sin ese idioma, dudo que esa nación inglesa existiera en absoluto.