¿Es el inglés una lengua perfecta tal como es? A medida que evoluciona continuamente (aunque a veces retrocede) y se transforma, ¿debería haber un órgano encargado de regularlo? Estas son algunas de las preguntas que uno se pregunta cuando se intentan establecer reglas sobre el uso de uno de los idiomas más extendidos en el planeta. La lengua francesa tiene la Académie française, nosotros la Real Academia Española, y el alemán la Rat für deutsche Rechtschreibung. Sin embargo, no parece haber ningún equivalente en el idioma inglés, más allá de los propios hablantes de la lengua, que son los «máxima autoridad» en cuanto a la gramática, la ortografía y el uso de la lengua. Las lenguas son entidades vivientes y, como tales, se podría pensar que debería haber una institución encargada de que no se salgan de control. No podemos predecir qué dirección va a tomar una lengua: hay muchas variables en juego, tales como cambios culturales provocados por la globalización, la inmigración, etc. Por lo tanto, un órgano de regulación ayudaría a desarrollar cierta cohesión en el uso de la lengua.
Los diccionarios y las guías de estilo son considerados publicaciones comerciales, pero no pueden ser de ninguna manera árbitros reales de lo que el idioma inglés es o deja de ser. Una de las razones por las que no existe un órgano académico guiando y regulando la lengua podría ser que el idioma inglés ha transformado y adoptado muchas palabras de diferentes orígenes, como el germánico y el latín, que hace que sea difícil de controlar (comparable a un virus que se propaga, convirtiéndonos en zombis gramaticales).
También puede haber razones políticas detrás del hecho de que nunca llegó a establecerse una Academia de la Lengua Inglesa. Jonathan Swift (autor de la recordada novela Los viajes de Gulliver) hizo lobby para la creación de un órgano de guía aduciendo que el idioma era «muy imperfecto». Su propuesta fue apoyada por la Reina en ese momento, pero como suele suceder en la historia, murió antes de que pudiera tomar una decisión final. Años más tarde, a principios de 1800, un proyecto de ley se introdujo en el Congreso de los Estados Unidos para incorporar una academia nacional de la lengua, que fue finalmente creada 14 años después bajo el nombre de American Academy of Language and Belles Lettres, presidida por John Quincy Adams. De nuevo, no duró debido a la falta de apoyo público.
Otro factor que también puedn entrar en juego es el incesante debate entre inglés estadounidense e inglés británico. Este fenómeno se remonta a cuando los nuevos colonos estaban en el proceso de forjar una nueva nación. La noción de liberarse de las cadenas monárquicas británicas dio paso a un «nuevo uso» de la lengua. Esto nos lleva a otro punto discutible, y es que si hubiera una Academia de la Lengua Inglesa, ¿dónde se ubicaría físicamente? ¿En Gran Bretaña, el hogar original del idioma inglés? ¿Cualquier otro país dentro de la Commonwealth, más poblados que Gran Bretaña? ¿O en los Estados Unidos, donde sin lugar a dudas vive la población de habla inglesa más grande? Por no mencionar decenas de otros países donde el Inglés es una lengua oficial, como Irlanda, Filipinas o la India.
El quid de la cuestión sigue siendo que el uso del idioma inglés ha llegado a ser tan extremadamente generalizado que sus hablantes de todo el mundo se han dado algunas libertades adicionales no tan apropiadas cuando se trata de su uso. Por lo tanto, ¿debería haber un órgano singular a cargo de regular la lengua de manera que no se convierta en un lío aún más grande? ¿O es su libertad lo que hace que sea tan adaptable, eterna e increíblemente fácil de usar?